miércoles, 28 de diciembre de 2011

Miscelánea 2011

Mi cabeza es un puto tsunami de cavilaciones inanes. Vuelan ideas y gilipolleces sin ningún orden. Ideas que me agitan y gilipolleces que me hacen preguntarme acerca de otras gilipolleces mayores. Mi cerebro es una gigantesca miscelánea de sinsentidos que se agitan enérgicamente en función de mi estado de ánimo. En resumidas cuentas, que soy un ser humano más. Y como tal me gusta el orden: las categorías, los calendarios, los relojes, la primavera, el verano y el otoño, el norte y el sur, oriente y occidente, mi madre y mi padre…

1 - Lo cierto es que ser humano no está tan mal. Tiene sus pros y sus contras, pero aun así parece mejor que ser por ejemplo, un pato. Un pato es un animal ridículo. Vive en estanques putrefactos y se alimenta de bichos muertos o, en el mejor de los casos, de pan caducado. Además un jodido pato puede morir a manos de un humano dominguero que haya salido de cacería. Eso es lo que marca la diferencia entre especies. Somos los que dominamos. Si estamos en la élite de la evolución no es por nuestro cerebro, sino porque somos capaces de cargarnos al resto de especies que cohabitan con nosotros.

2- Marx estaba equivocado. El leitmotiv de la historia no ha sido la lucha de clases, sino el puro conflicto. Entre quien sea. La historia de la humanidad ha sido, y seguirá siendo, un reguero de sangre, tripas y cerebros destrozados. Y en esos conflictos el enfrentamiento entre la clase dominante y los subyugados es de un porcentaje ínfimo. Una gran parte de matanzas sanguinolentas se han dado entre miembros de la clase dominante, ansiosos de poder y con ninguna gana de gestionar pacíficamente la competencia. Si algo bueno tiene el capitalismo es que modificó la metafísica occidental hasta tal punto que la competencia es algo innato ya en nosotros. Quizá por eso las guerras han disminuido y ahora se trasladan al ámbito económico.

3 - Ningún período de la postmodernidad había tenido tantas revueltas sociales por tantas partes del planeta a la vez: revueltas árabes, 15 – M, ocupación de Wall Street, hooligans londinenses saqueando la ciudad (a mi ésta última es la que más me gustó). Si bien cada uno de éstos movimientos han tenido orígenes y causas distintas, todos comparten algo en común: la tremenda insatisfacción existente entre la clase media-baja. Podría parecer pues que Marx no estuviera tan desencaminado si al fin y al cabo sigue existiendo un conflicto entre clases. Pero no es un conflicto armado. No he visto derramar sangre ni he visto verdaderos enfrentamientos. Sólo los jóvenes británicos que entraron cual corsarios en los centros comerciales de la gran ciudad inglesa a saquearlos, tuvieron algunos brotes de vehemencia. Pero aquello fue vandalismo y se equivocaron de objetivo. Aun así fue con mucho lo más efímero y tuvo bastante repercusión. Se pudo palpar el miedo de la clase dominante.

4 - Este 2011 hemos acudido al encumbramiento de otro ídolo postmoderno: Steve Jobs. Es un reflejo fiel de la época que vivimos. Nunca vi tanta elucubración hacia un personaje tan alejado de la política o el pensamiento. Estamos sustituyendo los grandes cajones ontológicos. La tecnología va ganando terreno, y más que lo hará, porque se retroalimenta y lo va engullendo todo. Encaja perfectamente con el neocapitalismo actual. El puzzle se va completando.

5 - El deporte también se está convirtiendo en una brújula de la inacción actual. Esto no es del todo aciago. El deporte siempre ha estado ahí y tiene esa magia de la identificación etérea del pobre con el ídolo triunfante. David haciéndose paso entre un mundo de Goliats. Pero hay ciertas fronteras que son delicadas traspasar. Barreras que suponen entrar en terrenos fanganosos no aptos para todas las mentes. Eso está ocurriendo con el deporte y con Steve Jobs. Las librerías están inundadas de biografías de éste último y de biografías de héroes de la primera categoría. Chicos que no superan la treintena con historias de su vida en papel, escritas por otras personas, para un gran público. Ejemplificando valores. Solidaridad, tranquilidad, amistad, armonía, parecen ser las claves del éxito. En esas mismas librerías donde se ha puesto de moda un binomio socrático con tintes paternalistas: optimismo-felicidad. Haciéndonos ver que ambos van unidos, entrelazados. Elementos sine qua non.

6 - Juro que he leído este año tres libros con esta temática y lo único que he conseguido ha sido deprimirme más. En uno de ellos el autor, Eduardo Punset, empezaba así: “hace poco más de un siglo, la esperanza de vida en Europa era de treinta años, como la de Sierra Leona en la actualidad: lo justo para aprender a sobrevivir, con suerte, y culminar el propósito evolutivo de reproducirse. No había futuro ni, por lo tanto, la posibilidad de plantearse un objetivo tan insospechado como el de ser felices. Era una cuestión que se aparcaba para después de la muerte y dependía de los dioses” Desde luego que no es una buena manera para empezar un libro. La esperanza de vida en Europa subió notablemente pasada la Edad Media y el tema de la felicidad ya se lo preguntaron los antiguos griegos hace más de veinte siglos. Determinar el estudio de la felicidad a tus años de vida, le resta importancia a la propia felicidad. Y a tu propia vida. El libro por supuesto confecciona un mundo idílico, donde todos podemos ser felices pensando en positivo y siendo optimistas, pero no hay rastro de las injusticias sociales ni de la tasa de paro actual en todo el occidente europeo. Tratar de hacer felices a la gente a través de la literatura es un propósito muy loable. Pero hacerlo sin nombrar al menos las causas de la desesperanza es directamente una tomadura de pelo. Es como si te invitaran a una fiesta en una lujosa mansión y una vez llegados te dicen que tienes que construir la mansión, comprar las bebidas y los hielos e invitar a la gente.


7 - ¿Dónde quedaron los pensadores de la humanidad? ¿A qué han sido relegados? Me fascinan las ideas de los grandes hombres. Sobre todo en la Edad Moderna. Hume que se cuestionó el conocimiento científico, Kierkegaard que tenía más bien poco de optimista, Sartre que convulsionó a media Europa en el 68. Adoro a estos tipos. Sacuden el mundo. Ahora que lo pienso, no sé cómo era físicamente Hume ni Kierkegaard, me cuesta imaginarme la cara de Sartre. Sin embargo, en las biografías de Steve Jobs la portada es su rostro. Es ÉL, inundando el libro de modo megalómano. Me recuerdan a los autorretratos que mandaban pintar los monarcas de antaño. Poder, magnificencia, control.


Mi cabeza es un puto tsunami de cavilaciones inanes. Vuelan ideas y gilipolleces sin ningún orden. Ideas que me agitan y gilipolleces que me hacen preguntarme acerca de otras gilipolleces mayores. Mi cerebro es una gigantesca miscelánea de sinsentidos que se agitan enérgicamente en función de mi estado de ánimo. En resumidas cuentas, que soy un ser humano más. Y como tal me gusta el orden: por eso acabo los textos igual que los empiezo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Arriba las manos

Apuro el último trago de mi Franziskaner de camino al tren. Son odiosas las miradas que me lanzan algunos viandantes, que centran su atención en la cerveza más que en la marca - para mi gusto - y eso me consuela en cierto modo. Beber cerveza en un recipiente de cristal da empaque. No es comparable a las famosas “yonki-latas” que tienen un público más determinado. Aunque la Franziskaner tampoco se ha inventado para beberla por la calle a las cuatro de la tarde. Será cosa de la globalización y toda esa mierda. Si nadie preguntó al Che Guevara si le gustaría que hicieran camisetas con su jeta por qué no voy a poder beber yo lo que quiera y dónde quiera.

Tiro el recipiente, ya vacío, al primer cubo de basura que encuentro a mi paso y reflexiono sobre esto último. Es curioso cómo se distorsionan ciertos iconos (¿contra?)culturales. Me viene a la mente el movimiento hippie y por casi me caigo al suelo del mareo. Apropiación indebida. Debería constituir un delito legislado. Recuerdo también, con estupor, que Burroughs apareció en un anuncio de Nike. Ostia puta, debo cambiarme el perfil de Blogger.

Intento consolarme pensando que lo haría por la pasta. No puede haber otra explicación. El caso es que el capitalismo es un monstruo que lo engulle todo a su paso, aunque las consecuencias sean, en el mejor de los casos, kafkianas. De todos modos confiar en una cosmovisión ideopolítica que funciona a través de una mano invisible es, cuanto menos, arriesgado. Invisible son en cualquier caso las estafas de los que manejan esa mano, o esos brazos. Pero el liberalismo más moderno, el neoliberalismo (más cool), tiene una mano, una bofetada mejor dicho, bastante visible a final de mes. El ansia obrera por alcanzar la tan manida clase media se traduce en multitud de facturas que pagar. Luchar toda una vida por una ilusión emancipadora que, empiezo a dudar, exista de verdad. Y la moraleja yanki de oportunidades para todos no me la trago. Jóvenes que han montado un imperio desde un garaje en EEUU han sido cuatro y supongo que ellos también hubieran triunfado de cualquier modo. El éxito fueron ellos, no el sistema en el que trabajaron. Siempre han existido genios, como han existido esclavos. Por cierto, en 2012 alrededor de tres cuartas partes de la población serán esclavos. Ahora no están encadenados, ni son negros, ni responden a una domina o señor feudal. Ahora deben pagar una hipoteca en cuarenta años al banco.


Sin darme cuenta he llegado al tren. Busco asiento rápidamente y ojeo a mi alrededor. A mi lado hay un joven leyendo un diario gratuito. Miro con descaro la página abierta y resulta que un afamado Instituto de Nueva York ha elaborado la lista de los 10 libros más leídos del mundo. Me quedo estupefacto con los títulos y con el reportaje en sí. Que no aparezca el Corán o el famoso libro de citas de Mao-Tse Tung me hacen dudar. Parece que la mano invisible extiende sus dedos también al mundo cultural.

El tren se detiene en la primera estación.

La luz del sol golpea el cristal, atravesándolo e iluminando la parte más cercana al paisaje. El centro del vagón permanece casi en penumbra. Se oye música de unos auriculares. Un hombre irrumpe la escena, contando la historia de su vida mientras pide amablemente una limosna. Hace cuatro años su empresa cerró y le mandaron a la calle. Desde entonces malvive de la gratitud de otras personas. Levanto la mirada para observarle mejor.

Le falta una mano.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Reflexiones en consulta

- Creo que fumo más cuando estoy solo
- ¿Por qué crees eso?
- Bueno, es simple. Se lo explicaré. Cuando estoy en compañía de alguien, como ahora por ejemplo, suelo interactuar con ella. Yo soy soltero, ¿sabe?, y generalmente conozco a gente en bares, discotecas… ya sabe, todo esos sitios. Suelen ser chicas, obviamente, vamos es lo que me interesa y me las llevo a casa. Eso es interesante.
- ¿El qué, llevarlas a casa?
- No hombre, bueno sí que lo es; pero no me refiero solamente a eso. Sino todo el proceso que conlleva conocer gente, bueno, chicas nuevas. Me fascina hablar con ellas, saber como piensan, qué les gusta, qué les atrae, no sé me parece que hay demasiadas vidas interesantes ahí fuera como para pasarlas por alto sin más.
- Y, dígame, ¿qué es lo que habla con ellas? ¿Qué temas trata?
- Pues eso depende más de mi interlocutor que de mi mismo, ¿sabe? Hay chicas estupendas, con conversaciones muy profundas que le dejen a uno pasmado. Pero claro, no todo el mundo es así. Hay algunas que son realmente aburridas.
- Cuénteme alguna conversación que le pareciera interesante.
- ¡Cómo es usted siempre queriéndolo saber todo! Está bien, le contaré una anécdota que todavía recuerdo. Fue hace dos años ya, era una chica bastante joven. Realmente yo creo que era menor, pero claro tampoco indagué en exceso. Vamos, que no le pregunté su edad. Ni antes ni después de acostarme con ella. Hubiera sido violento. No sé muy bien por qué, pero la gente detesta a hombres adultos que se acuestan con niñas menores. Como si el sexo entendiera de edades. En fin, a lo que íbamos, el caso es que salió una conversación realmente interesante sobre la literatura y tal. Yo le pregunté que cuáles eran sus autores preferidos y, ¿sabe lo que me contestó?
- Cuéntemelo
- Que ella se guiaba por sus sentimientos nada más acabar una novela. Justo en ese momento, cuando cerraba la última página cerraba los ojos y escuchaba a su interior. Decía que algunas veces, pocas, le invadía un fuerte impulso de hablar con el autor. Que si pudiera hablaría con él, le llamaría por teléfono o lo que fuera. ¡No le parece fantástico!
- Es una idea original, de eso no cabe duda.
- Bueno, a medias.
- ¿Por qué a medias?
- Porque original no es. Eso mismo es lo que escribe Salinger en un pasaje de “El guardián entre el centeno” ¿Conoce ese libro?
- Sí lo conozco, aunque no lo he leído.
- Pues no sabe usted lo que se pierde. Es un libro delicioso.
- ¿Cuáles son sus autores preferidos?
- Eso es imposible de contestar. Hay muchos muy buenos. Sería injusto quedarme sólo con unos pocos.
- En ese caso, ¿cuáles son esas obras que le gustan? ¿Qué sentimientos le provocan?
- Mire yo tengo una teoría acerca de todo esto. Los escritores son seres fantásticos. Juega a ser Dios, crean personajes con vida propia, con sentimientos, con pasiones, yo qué se; les dotan de todo lo que ellos quieren y los ponen a vagabundear en una historia. Eso es una labor realmente admirable. Además las palabras son muy difíciles de manejar. ¿Nunca le ha pasado que ha querido decir algo y no ha sabido como hacerlo?
- Es cierto, a veces no sabemos expresarnos todo lo bien que desearíamos.
- Sí, pero hacer reír o llorar a través de un texto es jodido. No es como el cine, la gente está más sensibilizada con las imágenes. Realmente requiere de menor esfuerzo mental. Pero leer una buena novela, que te haga pensar, reír y llorar; eso es muy complicado. Para hacer eso hay que ser muy inteligente, ¿no le parece?
- Es una tarea ardua desde luego.
- A mi siempre me ha parecido que la gente que tiene mucho sentido del humor es tremendamente inteligente. Creo que hay muy poca gente que sepa el secreto de la vida. Y es sencillo, el secreto es que es un delito no disfrutar de cada momento de la vida.
- Bueno, sería realmente fácil si todo se reduciera a eso, ¿no cree?
- Es que todo se reduce a eso. A veces perdemos la brújula. Por eso la gente con sentido del humor es extremadamente inteligente.

(Un largo silencio se apodera de la conversación)

- Tengo ganas de fumar. ¿Usted fuma?
- No, antes sí lo hacía pero lo dejé. Me interesa esas conversaciones que tiene con las chicas. ¿No recuerda alguna más?
- Recuerdo muchas, pero es más fructífero crear que recordar. Mire, muchas veces uso una pregunta comodín que me indica muchas cosas acerca de la personalidad de la chica en cuestión.
- Estoy ansiosa por conocerla.
- Pues es muy sencilla. Les suelo preguntar que cuál es su música preferida. Es muy socorrida, pero dice mucho acerca de una persona. Podría usted usarla en sus sesiones.

(Ambos se ríen)


- Bueno, prefiero usarla para ligar. ¿Cuál es su música preferida?


miércoles, 9 de noviembre de 2011

...





Un torrente de imágenes nos inunda a diario. Violencia, sexo, dinero… sólo somos hombres. Animales que aparecieron aquí sin un mapa que los indique.

El silencio es un bien preciado. El poder un arma de doble filo. ¿A dónde iremos a parar cuando nuestro corazón se canse de latir? Es nuestro cuerpo el que muere, no las ideas y pensamientos.

Ellas son eternas, persisten con el paso del tiempo y permanecen impertérritas a su alrededor. Les da igual el cuerpo, solamente vuelan de un lado para otro encontrando alguien a quien germinar.

Somos animales con instrucciones de uso. Paz, amor, pobreza… El silencio brota en cualquier lugar. Existir en el tiempo significa estar a cada momento dejando de ser lo que en cada instante se es.

sábado, 15 de octubre de 2011

En tu ausencia

- ¿Por qué hay tres platos en la mesa mamá?
- Por si viene tu hermano
- Sabes que no vendrá…
- Me llamó diciendo que lo haría
- ¿Cuándo?
- Hace dos días
- Ya se le habrá olvidado
- No digas eso, es mi cumpleaños. Seguro que viene.
- Sí, igual que la última vez.

En ese momento suena el teléfono. Lo descuelga la madre.

- ¿Sí?/ ¡Hola! / Bien, ¿tú?/ Ya…/ Entiendo/ No te preocupes/ Otra vez será/ Adiós

La madre se acerca a la mesa, cabizbaja y con los ojos acuosos.

- ¿Dejamos el plato mamá?

lunes, 26 de septiembre de 2011

2184

La luz verde del enorme letrero atraviesa la atmósfera, diáfana, pero en una calma pesada, creando una escena donde se entremezclan colores futuristas, algunos indescifrables, en un gigantesco y ditirámbico conjunto de tonos lapislázuli, neón y fluorescente. Cuatro son las autopistas que dan acceso hasta el gran centro comercial. Cuatro autopistas de ocho carriles cada una. Una obra de ingeniería superior, notable, en la que trabajaron cuatrocientos veintiocho robots, dirigidos por dos técnicos humanos, y que llevó apenas sesenta semanas de duración. "La dimensión debe ser enorme, lo más grande hecho hasta ahora, y los accesos fáciles" dijo en su momento Xiua-du Pen, a la postre consejero nacional del territorio norte-este y que vio aumentar su popularidad hasta cotas insospechadas con esta magna obra.


El territorio mundial está dividido en dos grandes zonas. La norte y la sur. Las diferencias económicas y sociales se hicieron insuperables hacia la mitad del siglo XXII, para entonces, ya existía una gran coalición entre los países de la zona asiática, con China y Japón como líderes de la comunidad. El distrito norte-central corresponde a la Vieja Europa, con la anexión de Marruecos y algunos países sudamericanos, como Brasil y Argentina, con opción de opinión pero no de elección. Estados Unidos tiene el mayor número de congresistas y parlamentarios en el Senado Mundial, con sede en Zúrich, y supo, llegado su momento, adaptarse a las nuevas situaciones políticas que se produjeron prolongando así su primacía sobre el resto de coaliciones internacionales.


Michael Dupont, descendiente de padre francés y madre rumana-gitana, residía durante hacía ya unos años en Tokio, la capital económica y política del distrito norte-este. Sus inicios como sindicalista y su pasado gitano le granjearon importantes enemistades, pero los años, el aplomo y unas buenas relaciones diplomáticas hicieron de Dupont uno de los artistas más carismáticos del momento. Su última obra, de alcance mundial, era una mezcla de performance y videos y un alegato contra la situación de la mujer. El siglo XXII no había proporcionado el avance esperado en ese aspecto. Los robots eran una mano de obra barata y exigente y la inmigración interzonas no existía. Las barreras eran literales e infranqueables entre norte y sur.


El taxi estacionó a escasos doscientos metros del gran centro comercial. Dupont se apeó con tranquilidad del vehículo mientras buscaba dinero en sus monederos. Pagó alrededor de 119 yuanes, la moneda oficial del distrito. Junto con el euro y el dólar habían sobrevivido al continuo vaivén de los mercados y su cotización estaba al alza. La gran crisis del 2008 agitó el comercio internacional y sirvió, décadas más tarde, para reconstruir el mapa mundial. La denominación de país cayó en desuso y ahora era más aceptado hablar de zonas, territorios o grandes comarcas. La política se llevaba a cabo en áreas enormes pero había perdido su importancia. En realidad, era el dinero el que imponía las decisiones a los grandes gobiernos. WalMart, Shell y Toyota tenían más poder que las agrupaciones políticas existentes. La crisis no deshizo el capitalismo sino que lo transformó y debilitó las democracias. Ahora los grandes servicios eran controlados por una o dos empresas que fijaban los precios de antemano, se había eliminado la competencia y una especie de darwinismo económico dominaba el mundo, al menos el norte. La mayoría de la población se desligó aún más de la política y las grandes compañías supieron reaccionar con rapidez y hacerse hueco en un panorama, que aunaba economía-política; las distinciones entre ambas disciplina eran ya casi inexistentes; las elecciones eran un trámite meramente anecdótico. La inmigración simplemente no existía, los ciudadanos del sur estaban incapacitados para viajar hasta el norte, donde el control de las fronteras era férreo y pertinaz. Sólo Australia y algunos países sudamericanos disponían de visados especiales para llegar hasta la zona más próspera. África era un continente completamente olvidado e ignorado.


Dupont se situó al final de la fila de personas que estaban esperando a usar el servicio de venta. Todo se podía comprar a través del portal web del centro. 10 yuanes equivalían a 10 minutos para realizar tus pedidos. Al otro lado del ordenador, se iban colocando los productos seleccionados y, debidamente ordenados, unos robots metálicos se encargaban de embalarlos para su entrega al cliente. Obviamente esta operación también se podía llevar a cabo desde casa, pero entonces la entrega se demoraba y además no había posibilidad de réplica. Dupont prefería ir hasta el gran centro y hacer la compra desde los ordenadores de allí.


Gastó poco más de 456 yuanes y se aprovisionó de víveres para más de un mes. Las nuevas innovaciones en el campo de la alimentación unido a las nuevas técnicas industriales de fabricación de alimentos permitían almacenar los productos hasta un par de décadas. El concepto de caducidad había, irónicamente, caducado. Un ciudadano normal del norte mundial realizaba la compra una media de ocho veces al año, lo que era un ahorro de tiempo y energía considerable. Aun así, debido a la existencia de un único centro comercial por distrito, esta tarea no estaba exigua de tiempo, pues siempre estaban masificados. Retomó el viaje inverso en otro taxi distinto y arribó en su casa nuevamente, previo desembolso de 118 yuanes, un yuan más barato que la ida.


Accedió al ascensor y éste se elevó hasta el piso 218. La demografía del norte mundial estaba estancada desde el 2080, más o menos. Los robots hacían gran parte del trabajo antaño desempeñado por humanos y el tener descendencia era una elección más que una preocupación. La medicina había evolucionado hasta tal punto que podías elegir los rasgos físicos de tu retoño y se realizaba un pequeño test antes del nacimiento, donde se medían variables demográficas, sociales y económicas – entre otras - para intuir cual sería la inteligencia del mismo. Los resultados obtenidos desistían a muchas parejas de tener hijos. Si bien es cierto que esta situación se daba con frecuencia, sobre todo en el distrito este, de tradición superpoblado, no menos cierto es que la esperanza de vida se había elevado hasta los 111 años. Esto había llevado a ciertas zonas muy conglomeradas de habitantes, además las estructuras que se construían tendían a la magnificencia y ocupaban realmente mucho espacio. La solución a tal hacinamiento la dio, en 2106, Miquel Lajarreta, premio nobel de Arquitectura ese mismo año. El nuevo modelo arquitectónico hacía hincapié en el eje vertical. Los edificios se elevaban hasta el infinito, con construcciones que en algunas ciudades llegaban hasta los 600 pisos (más de 2 kilómetros de altura). Se sostenían horizontalmente con pequeñas pero vigorosas listones de titanio que salían del edificio y se hincaban en el suelo en forma diagonal.


Michael introdujo su llave en la ranura USB de su casa y ésta se corrió al instante. La abertura de las puertas de forma corredera era típicamente asiática y todavía seguía vigente en las construcciones de esta área. Incluso muchas zonas del centro mundial la habían acogido de buen grado en recientes edificios comunitarios. El piso seguía a una temperatura de 22 grados y los altavoces de la casa de autoconectaron para emitir beats profundos e hipnóticos. La música electrónica había desbancado por completo a los demás tipos de música y era lo más escuchado en todo el norte. Dupont descorchó una botella de vino tinto y la escanció sobre un vaso.

domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Princípes inútiles?

"Dedicado a lo más esencial de mi vida, mi particular princesa"


Spaski encara beodo El Principito de Saint-Exupery. Esta noche no ha habido sueños eróticos ni concesiones a la imaginación. Solo alcohol y música, demasiada música. Los beats se aderezaban con puntitas de speed y se fusionaban visualmente con alguna cinta porno de finales de los ochenta, cuando no estaba tan extendido el concepto de depilación. Esta existencia placentera era interrumpida de vez en cuando por los gritos de la vecina de al lado. Una vieja, fea y gorda, de unos setenta mil años, a la que la muerte no ha tenido valor de llevarla.


Lo interesante de la mezcla alcohol y speed es que se retorna en un bucle infinito. A más speed más ganas de beber y a mayor sensación etílica mayor apetito speedico. El cuerpo humano es una máquina con límites variables, cambiantes. Sólo el que experimenta con ellos conoce realmente cuáles son, aunque la intriga siempre permanece presente, pues éstos no son eternamente exactos.



Ese experimentar corporal conduce a sensaciones de otras búsquedas, más antropológicas y/o filosóficas. Que es lo mismo que decir: más inútiles. La filosofía es un bello eufemismo de trabajada inutilidad. Lo que, paradójicamente, la hace útil y deseable, porque vivimos actualmente en un mundo rodeado de cosas inútiles, de seres inútiles.
Móviles, portátiles, secadoras para el pelo, yogures light de pan de higo con trozos de ciruela claudia, cargadores de batería a batería… Creaciones humanas para aligerar nuestra existencia. Ineptitudes, estériles, banalidades…


Puede que nuestra esencia sea así misma como esos objetos inanes. Para qué sirve un apéndice, por qué no se cortan las orejas los sordos. Pero en ese caminar hacia la futilidad, en ese hacer y deshacerse constante hacia ningún sitio, quizá resida la belleza del ser humano. Los animales se autoprograman hacia objetivos apetitosos y deseables: comer, beber, follar, defenderse para comer más o para follar más. El ser humano ha perdido su agenda de actuación y se tambalea por un mundo cada vez más eléctrico, más desaveniente.
Y es ahí donde nace nuestra esencia. Donde el homo sapiens se hace grande y locuaz. En ese instante fugaz, dorado, vital, existencial, en el cual tomamos nuestra copa de vino, esnifamos nuestra raya de speed, botamos ante unos beats techneros detroitianos, se nos erecta el miembro más animal ante un pubis peludo y pasado de moda, contestamos a gritos a la vieja de al lado: muérete…


Cuando leemos El Principito y nos damos cuenta que “lo esencial es invisible a los ojos”

jueves, 1 de septiembre de 2011

Vampiros en la ciudad

Camino veloz y pesadamente, haciendo esfuerzos desmesurados, controlando mi cuerpo para que no se eleve. Me abruman los pies y los brazos, en cambio mi alma está fresca, como recién nacida

Desconozco si huyo o quiero hallar, no recuerdo qué busco, intuyo el caos flotando amenazadoramente.




La muchedumbre fluye a mi alrededor, ajena a mis sangrientas pretensiones. Muchos corren, literalmente, en busca de algún oxidado recuerdo. Percibo sus cuerpos con su etéreo material: sudor, desgana, futilidad… No hay señales del alma. La psique hace tiempo que huyó buscando refugio en seres menos estultos. Sus miradas no hacen daño, causan pavor, por la indiferencia que uno siente al ser tomado por esas pupilas enrojecidas, licuadas, que otean el horizonte en busca de felicidad.




Nadie mira a nadie, no se escuchan voces, sólo el ajetreo, que en calles tan machacadas parece permanecer allí, impertérrito, como si la eternidad fuera su guarida y su prometea condena la continua manifestación de su sonido.




Me detengo en seco. Allí mismo, el lugar no lo he elegido yo. Han sido mis articulaciones, convertidas ya en plomo e inútiles de profesar cualquier tipo de movimiento. Siento cómo la brisa mece frágil y eróticamente mi cuerpo. Exhalo un grito ahogado desde mis entrañas, limpias, seguras, en armonía con lo que me rodea. Puedo ser Jesucristo bajado de los cielos. Puedo ser Diógenes en busca del ser humano. Puedo ser un vampiro sediento de sangre. O puedo ser uno más entre tantos.




Cuáles son mis sueños, dónde empiezan los suyos. No existe la originalidad. Las almas están en huelga de reencarnaciones, pues ya no se molestan en vagar buscando cárceles, cualquier cuerpo les vale. Nadie conoce a nadie. Todos los días sale un nuevo Sol. Somos poesía que ya no rima.




domingo, 14 de agosto de 2011

Confirmado: se acabaron las vacaciones

Spaski para su reproductor de música mp3. No le hace demasiada gracia tener que escuchar beats digitalizados pero los tiempos obligan. Mucha música interesante ya no aparece en vinilo. Y al final lo importante es el resultado no el medio para obtenerlo.

Bebe su segunda cerveza de la mañana mientras ojea la televisión y el periódico a la vez. Sin prestar demasiada atención a ninguna de las dos. Las vacaciones han sido cortas pero intensas. El tiempo justo para olvidársele que existe una vida que transcurre ahí afuera, mientras él no hace nada por la revolución. O lo hace todo: cerveza, drogas duras, leer en la orilla del mar a autores guarros, follar pagando, follar gratis y más cerveza. Es un buen planning vacacional. Sobre todo porque para Spaski la verdadera revolución empieza en uno mismo. Lo transgresor no es leer – que ya es un acto valiente y osado de por sí para los tiempos que corren – sino leer a Foucault y encima entenderle.


Mola juntarse mucha gente en una plaza y gritar consignas cool que luego adornen tu muro de Facebook, pero es más útil ir a votar a partidos políticos sensatos cuando llegan las elecciones.

La cabeza de Spaski hierve fuego, el tedio de la cotidianeidad le amenaza desde ya. Sudores fríos. Tercera cerveza, cierra el periódico y vistazo a la pantalla.

Parece que el mundo se ha vuelto más salvaje durante su ausencia espiritual. Veamos:

1 - Una masacre en una tranquila isla de Noruega. Lo que confirma que la estupidez humana puede alcanzar a cualquier pueblo y/o etnia por sofisticada, pacífica o inteligente que ésta sea. Estamos condenados a vivir con ovejas negras a nuestro alrededor lo que permite resaltar a los exitosos, señalar a los malvados y tener a todo el mundo alerta.

2 – Violencia y más violencia en los barrios londinenses. Otra confirmación de algo que sabemos desde hace siglos: existen clases entre seres humanos y cuanto más abajo están en la escala socioeconómica más “apretados” se sienten. La violencia es una manifestación más de esa realidad, pero lo que subyace es más profundo. Esta tensión social también permite varias cosas, a saber: control estatal de cuerpos y mentes y separación de buenos versus malos.

3- Ostias y peleas protagonizadas por turistas en las noches de Lloret del Mar. Confirmado: una mezcla de drogas, alcohol y descerebrados es sinónimo de estulticia. Ya sean noruegos, londinenses o españoles. Ya sean ricos o pobres. Lo que hace retroalimentarse al sistema propagandístico para diferenciar entre razas/estatus y volver de golpe al punto 1.

Confirmado: seguimos igual. Cuarta cerveza.

miércoles, 20 de julio de 2011

Besos de verano

Estamos en verano pero el día es gris, las nubes llevan allá arriba desde que amaneció y la lluvia, perezosa, no se atreve a arrancar. No sopla el viento ni se intuye el Sol, pero la temperatura es suave. Huele a humedad.

Dos jóvenes salen de un bar y caminan lentamente, sin rumbo, a una distancia prudente el uno del otro.

Él: No tenías que haber pagado tú.
Ella: Da igual.
Él: Es cierto, tú estás forrada. Pero soy un caballero.

Ella se ríe. Ahora le habla mirándole a los ojos.

Ella: Eres tonto, eso es lo que eres.

Él clava sus ojos en ella, intercambiándose las miradas. Durante unos segundos sólo les acompaña el silencio y el olor a humedad.

Él: Y tú eres preciosa.

Ella se sonroja. Agacha la mirada y sonríe.

Él: ¿Por qué no me dejas que te bese?
Ella: Ya lo sabes. Estás loco, joder.
Él: Tonto y loco…

Vuelve el silencio. Comienza a chispear.

Él: Tu novio debe ser un tipo cojonudo.
Ella: Para mi, sí.
Él: No es loco ni tonto, además no será un pobre como yo.

La lluvia ya es un hecho.

Ella: Deberíamos irnos ya, está empezando a llover con fuerza y nos vamos a calar.
Él: A mi me gusta la lluvia, sobre todo en verano.

El resto del camino él lo recorre saltando y canturreando una canción en un inglés indescifrable.

Llegan a un cruce. Ella se detiene y le mira fijamente.

Ella: Me tengo que ir a casa. Me lo he pasado muy bien.
Él: Está bien. Dame un beso.

Ella se acerca y le besa en la mejilla. Él no intenta nada, pero se queda observándola.

Ella: Adiós.

Ella echa a andar con convicción hacia su casa. Él sigue allí plantado, sin quitarla el ojo de encima, aunque hace tiempo ya que la chica no le mira y camina de espaldas a él.

Él: - gritando - ¡Te quiero!

viernes, 8 de julio de 2011

Inútil poema prosaico metafísico

Miro a mi alrededor y me pesa el mundo.

Son noventa años aquí y uno se empieza a preguntar cosas.

Tal vez demasiado tarde pero cuando la muerte acecha aparecen las prisas, las dudas, las incertidumbres se extienden y las preguntas se amontonan buscando respuestas no siempre alcanzables.

Son los propios sentimientos los que están en juego y si esa es la misiva supongo entonces que todo tiempo empeñado es poco.


Interrogo a mi alma buscando un resquicio de serenidad…

Me cuestiono sobre mi raza, mis semejantes.

El ser humano es un animal excepcional.

Hemos creado un hábitat por momentos delicioso y admirable, en ocasiones diabólico y enfermizo, pero siempre, siempre fastuoso. Hemos pisado la Luna, hemos creído en Dios, hemos erradicado enfermedades letales y seguimos derramando sangre sin piedad en luchas inútiles contra nuestros hermanos.

Somos capaces de amar y odiar con la misma intensidad, somos capaces de querer y destruir lo querido.

Somos hombres al fin y al cabo.

Somos hombres.

Una especie de animal más, con intelecto, de variable calidad según el espécimen, pero animales. Sí, animales. Nacemos, crecemos, nos reproducimos, vivimos sin darnos cuenta y morimos. Sencillo. Un camino trivial.

No somos capaces de aprehender la esencia de la vida.

Soledad es lo que nos rodea, lo que nos guía, lo que nos desquicia. Por eso amamos, por eso nos drogamos, por eso matamos… porque nos asusta estar solos y detestamos la felicidad que emana de nuestros semejantes emparejados.

El ser humano es un fluir constante de energía, de potencia, de creatividad, de ilusión…

Hacia dónde se dirijan todas estas fuerzas no es cuestión nuestra.

Vivimos anquilosados, esquizofrénicamente atados a esta cultura sucia y desarraigada que nos contamina el alma y el espíritu.

Dudamos de la ciencia y tememos de Dios, abrazamos al diablo y chupamos de la droga más pura.

Trabajamos, trabajamos mucho, alienados en una espiral interminable de sentimientos contradictorios: dinero, desilusión, poder, deshonra, respeto, recelo, dignidad… Y en esa lucha constante nos mantenemos.

Remamos fuerte por seguir a flote en el mar de las dudas que acompañan nuestra fútil existencia.

Admiramos el arte y nos extasiamos, porque el arte es algo superior, algo que exhibe las bondades humanas y al conectar con ello nos sentimos realmente libres.

El ser humano es un animal excepcional.

Ha creado signos para comunicarse y crear belleza, ha esculpido obras inmensas y majestuosas para hacernos insignificantes, ha retratado lo que existe, lo que no y lo que está por venir. Nuestra mente va por delante y esa es nuestra condena también.

No somos libres para actuar, pero ¿quién controla nuestras mentes?

La libertad está ahí para el que quiera, para el que se pregunta, para el que – como yo, después de noventa años – sigue dudando de todo.

¿Contra qué habéis luchado vosotros? ¿Cuál ha sido vuestro leitmotiv vital?

Yo he vivido muchas situaciones; dolorosas algunas, bellas otras; humanas todas.

Han sido tiempos difíciles, sin duda, pero he observado y participado de cambios importantísimos en lo que nos rodea.

Me he perdido tantas veces en este devenir constante que los errores han formado parte crucial de mi camino.

Ahora estoy llegando a la meta y vuelvo la vista atrás.

Me emociono, porque no es fácil llegar hasta aquí y porque el paseo ha sido duro, arduo y espinoso, pero en cada tramo, en cada paso, en cada instante que recorría estaba ella.


No me ha hecho falta más para vencer la desesperanza y para llegar sano y salvo hasta el final.





jueves, 16 de junio de 2011

Madrid no nos quiere

Antes de salir me aseguro que el viaje me proporcione buenos momentos. Como está mal visto drogarse en el transporte público a plena mañana y uno nunca puede estar seguro de coincidir con bellas mujeres, cojo un libro de Houellebecq que tenía olvidado. Últimamente he estado demasiado absorto en lecturas metafísicas, a saber: ensayos sobre microeconomía social, Michel Onfray poniendo a parir a Freud y el enésimo libro que trata de desatestiguar la existencia de Dios. No había nada malo en ninguno de ellos; es más, todos fueron interesantes y con pasajes realmente sobresalientes. Creo que estoy viviendo un buen momento como lector, ¿puede ser que mi criterio al fin haya madurado? El caso es que no quiero joder tan brillante currículum y Houellebecq es una apuesta segura.

Lo único que recuerdo de su adquisición es que costó diecisiete euros. Una cantidad decente. Sí, decente es un epíteto pusilánime; es como decir que te parece caro, pero al mismo tiempo temes que tachar a Houellebecq de caro sea desacreditarte.

Tener razón es algo que nunca me ha quitado el sueño, sobre todo porque llevo toda mi vida equivocándome. Esto unido a mi concepción pseudomarxista del mundo artístico hacen que reivindique el concepto de caro ligado al autor francés. Diecisiete euros, para mi, es una cantidad excesiva por adquirir un libro.

Lo primero que observo al subir al autobús es a una adolescente con una camiseta que reza I love Madrid. Mi inglés dista mucho de ser aceptable, pero me alcanza para traducir el enunciado. Lo primero que me llega a la mente es que hay que ser gilipollas para pagar por una camiseta en la que pone I love Madrid, prefiero comprar un libro a diecisiete euros donde al menos aparecen frases con más contenido. Lo segundo es que hay que ser gilipollas para amar a una ciudad. Se puede amar a una persona, por supuesto; a un escritor (esto es más discutible, sobre todo con esos precios), o incluso a un perro (conozco casos); pero ¿amar a una ciudad? ¿Y amar a una ciudad como Madrid? Joder, me cuesta creerlo. Lo tercero es que para llevar puesto eso, mejor no llevar nada; si la intención es provocar el efecto sería más certero.

Intento sentarme lo más alejado posible de la teenager enamorada. El autobús está a rebosar, así que mis opciones son reducidas: o I love Madrid o de pie. Vamos para allá.

La muchacha tiene un gusto horrible para vestir pero al menos huele bien, lo que se agradece una mañana de verano en una ciudad tan contaminada como Madrid. Saco mi libro y ojeo la contraportada. Por lo general las contraportadas de los libros son absurdas. Mayoritariamente están escritas por amigos del autor o engreídos críticos literarios cuyas punzantes frases son más acordes a un anuncio de productos adelgazantes que a una obra artística; exhiben una retórica mercantilista y paupérrima que busca un impacto en el inocente e inexperto lector. Uno puede suponer que una obra de Houllebecq se venda sola o, que al menos, no atraiga a consumidores azarosos de cultura; pero parece ser que la editorial de la presente edición no opina así. La única frase reseñable, por ser poco enjuiciosa y algo pura, es “imprescindible leerlo”. Creo que los escritores de contraportadas deberían donar su talento a las serigrafías de camisetas.

El manuscrito recoge una serie de cartas, entrevistas, artículos y reflexiones del autor francés acerca de temas tan variopintos como la arquitectura, el feminismo, la fiesta o la filosofía. Leo algunos capítulos, paso por alto otros, ojeo el índice y elijo a propósito uno. Me quedo con esta frase: “en nuestra sociedad contemporánea la adolescencia no es un estado pasajero, es un estado en que estamos condenados a vivir hasta el día de nuestra muerte”


Miro a la jovencita sentada a mi izquierda. Madrid no nos quiere.

viernes, 27 de mayo de 2011

Estafados

Me estiré como pude hacia la mesilla que tenía delante, donde descansaba el mando a distancia, y con un gran esfuerzo conseguí alcanzarlo con mi mano izquierda. Me acaba de despertar de la siesta y en esas circunstancias mi cuerpo era tremendamente pesado. Logré, casi milagrosamente, encender el televisor y tras un zapping lento pero intensivo, decidí quedarme en la cadena autonómica.

La cadena autonómica es de carácter público. Esto quiere decir que parte de los impuestos de los ciudadanos de esta, mi región, van destinados a la programación de dicha cadena televisiva. En el moderno sistema capitalista y según el economista Kart Polanyi esto recibe el nombre de redistribución. Como decía, una gran parte del dinero de nuestros impuestos se destinan a mantener el gobierno (sueldos, coches oficiales, trajes – sean de sastres valencianos o italianos - y demás utilidades imprescindibles para el buen ejercicio de la política), pero una parte de los mismos nos revierte en forma de educación, seguridad social, construcción de carreteras y ocio. En este último apartado entra la televisión, por supuesto. Ocio y entretenimiento para todos. En la Antigua Grecia tenían un concepto algo peculiar del ocio: arrojaban a los desechos de la sociedad al anfiteatro para que se mataran entre ellos, mientras la gente decente vitoreaba en las gradas. Tras más de veintiún siglos de historia tampoco es que hayamos evolucionado mucho: ahora lanzan la escoria al ruedo virtual (televisión) y los más nobles siguen aplaudiendo cómodos en casa. Eso sí al bochornoso espectáculo lo dotan de un nombre rimbombante y orwelliano: Gran Hermano.

Siguiendo con el denostado y vilipendiado capitalismo tengo que admitir que dentro de él (¿acaso se sitúa algo fuera de sus tentáculos?) hay lugar para el amor. Existen, de nuevo en términos polanyianos, los llamados intercambios recíprocos, que serían los intercambios que caracterizan las relaciones más amistosas o fraternales. Como cuando tus progenitores te pagan una existencia magna: vivencia, educación, vestimenta y alimentos. Como el “Papá Estado”. Eso sí, nuestra mentalidad de mercado (innata en el siglo XXI y en las venideras generaciones) hace aparición en forma de comentarios sobre el alto coste de criar hijos bastardos: “Te hemos dado todo lo que se puede comprar”

Atraído por la curiosidad del destino de mi dinero reposé mi mirada en el espectáculo que ofrecía la transmisión regional. No sin sorpresa, pude dilucidar que aquello que estaban emitiendo no eran bárbaras tertulias, ni corridas de toros, ni partidos de fútbol. Era ¡magia! (Sí, era magia; tanto que no estuvieran televisando toda esa mierda como que era lo que retransmitían)

El mago era un hombre adulto, de unos cuarenta años, alto, gordo y moreno. Iba enfundado en un traje negro, con chaleco y corbatas oscuras. Yo echaba de menos la típica chistera. No me imagino a un cocinero sin el delantal y la cofia, como no concibo a un mago sin chistera. Supongo que los tiempos cambian y los estereotipos se disuelven. El caso es que el gordo este hacía de todo: desaparecía y aparecía del plató como si nada, cortaba a bellas mujeres enclaustradas dentro de una caja por la mitad con una espada, se tiraba a un recipiente enorme y lleno de agua encadenado de pies y manos…

Observaba perplejo aquellas artimañas mágicas y alucinaba. No podía creer que aquello tuviera explicación razonable, plausible y creíble. Pero así lo anunciaban en el programa: “Después de la publicidad ofreceremos todos los secretos de nuestro mago”

Así que me levanté hasta la cocina, abrí la puerta de mi nevera y me serví una cerveza fría. La cerveza y la pornografía por Internet siempre son buenos aliados (que se lo pregunten a la generación ni-ni). Volví al salón y me senté de nuevo en la misma posición que ocupaba. El ser humano es un animal raro. Aunque viva en soledad o aunque no tenga que dar explicaciones a nadie de sus comportamientos, opta, una y otra vez por hacer lo mismo. Somos esclavos de la rutina. No podemos vivir sin ella, sin nuestra manías; las mismas que me obligan, inconscientemente, a sentarme una y otra vez en la misma posición del sofá, con lo largo, grande y jodidamente caro que me costó.

Pensé que la televisión autonómica debía generar unos interesantes ingresos (más que los míos seguro) porque seguían emitiendo anuncios de productos estúpidos. Pasados los quince minutos ya me había bebido la cerveza, pero la expectación, y sobre todo, la vagancia, me impidieron ir a por más que suavizara aquel encuentro con “el otro lado” de la magia. Tras otro par de anuncios de utensilios dispendiosos e inútiles reanudó el show. Allí estaba el especialista, ahora vestido de sport, chaquetilla de chándal y pantalones cortos, dispuestos a desenmarañarnos los encantos que se escondían tras sus trucos. Y efectivamente, así lo hizo. Uno por uno fue destripando sus actuaciones.

Primero la chica cortada por la mitad, un fake. Era una contorsionista que en el momento de entrar en la caja, se retorcía sobre sí misma en uno de los lados y cuando el mago introducía la espada por la mitad, ésta ya estaba a salvo.

Luego siguió con sus desapariciones, todo producto de la ingeniería televisiva. Al parecer es posible hacer creer al espectador que una persona está y no está presente al mismo tiempo. Vamos que el ser humano ha sido capaz de traspasar la frontera del espacio/tiempo.

Todo tenía explicación. Me sentí estafado. Me acordé de cuando era niño y pensaba que mi padre era capaz de hacer llover, de parar tormentas y sacar el Sol a pasear. Cuando creía en los Reyes Magos. Decía un nazi (perdonen que pierda el tiempo en buscar su nombre) algo así como que si repites una mentira muchas veces la gente se lo acaba creyendo. Pues yo juraría que vi a los Reyes ¿Magos? una noche del seis de Enero. A los tres, con sus camellos y sus regalos a cuestas, entrando en el salón de mi antigua casa.
Me acordé de mi madre, de sus paellas los domingos (seguramente precocinadas) y de cuando me enseñó a montar en bicicleta. “Corre, corre, que yo te sujeto” decía, siempre con una sonrisa en la cara. Pero me giré y no estaba allí. Es cierto que pude recorrer algunos metros sin su ayuda, pero me había mentido. No estaba detrás de mí. Y la ostia fue inevitable. Inevitable y dolorosa.

La vida son todo apariencias. Tipos bien vestidos que hacen trucos. Tipos de chaqueta y corbata que juegan con las ilusiones de la gente trabajadora. Gente trabajadora que lleva toda la vida atravesando un camino de decepciones y desencuentros. Y cuando pierdes la esperanza, cuando no puedes confiar en tus propios padres, aparecen otra vez esos mismos tipos de chaqueta y corbata, ahora en bermudas en su playa de aguas cristalinas, diciéndote que son los amos del universo porque conocen los trucos de la vida y que debes trabajar más y más para que ellos puedan seguir disfrutando de sus privilegios. Y aunque sepamos que eso que hacen no es magia, que son artimañas, argucias y manipulaciones televisivas, volvemos a contemplar el espectáculo embelesados, como si fuera mágico.


Me levanté del puto sillón de 985 euros y realicé el mismo itinerario que antes. Agarré otra cerveza y volví frente al televisor.

martes, 10 de mayo de 2011

En terapia

Spaski se incorporó sobresaltado. Un estallido ensordecedor inundó su habitación. De no saber que su vecino de arriba es gilipollas y tira las pesas contra el piso habría jurado que aquel estrépito era una bomba afgana.

Todas las tardes, a eso de las siete, el fornido habitante fronterizo lleva a cabo una sesión de musculación. Levanta pesas y mancuernas alrededor de una hora. En ocasiones, como la presente, deja caer el peso hacia el suelo y el sonido que produce perturba cualquier atisbo de paz. Aunque la paz no sea algo que conviva habitualmente con Spaski.

Antes del abrupto despertar, soñaba intensamente con su prima. Hacía años que no la veía, exactamente desde el decimonoveno cumpleaños de ésta, pero aparecía recurrentemente en sus fantasías oníricas. Era algo que tenía que solucionar con su psicoanalista cuanto antes. No tanto por el supuesto “trastorno neurótico infantil” que padecía (en palabras de la experta) sino por el desembolso económico acarreado tras cada sesión, que hacía tiritar su cuenta corriente.

Spaski miró el reloj y eran exactamente las 19.28. Se vistió rápidamente y apuró una lata de cerveza que posaba sobre su escritorio.
- Demasiado caliente.
Salió de casa con sesenta euros en el bolsillo, lo justo para pagar por los servicios mentales recibidos. Estar tocado de la cabeza y querer solucionarlo sale jodidamente caro.

Hasta consulta le separaban unos dos kilómetros. Demasiados para ir andando. Prefirió ir en autobús y mezclarse con la fauna barriobajera. Esta vez le acompañaron en su trayecto: un viejo sordo (a juzgar por el volumen de su transistor), una madre fea con su hija y el aparato corrector dental de ésta (que hacía agitar la bilis de Spaski cuando la niña sonreía), una señora de unos cien kilos que ocupaba dos asientos y un joven con gorra que intentaba, sin éxito, ocultar su rostro repleto de granos.

Llegó por fin a su parada y tras guiñar un ojo a la gorda, se apeó del autobús. Se dirigió con firmeza hacia la consulta, donde le esperaba, como cada lunes a las 20.15, Ana.

Ana tiene veintiocho años, es rubia, de ojos dorados (a Spaski le recuerdan al color de la cerveza, algo que le excita aún más), de largas y macizas piernas, y de esbelto cuerpo. Destaca, por encima de todo su físico, sus firmes y jugosos pechos, que se dejan entrever con sus camisas escotadas, tras la bata blanca. Una bata que cubre también sus cortas faldas y permite observar las piernas jóvenes y trabajadas de Ana, estilizadas aún más con sus tacones.

Spaski tenía una teoría acerca de las mujeres. Existen mujeres en las que te fijas y mujeres en las que no. Obviando al segundo grupo, no hay tantos atributos por los que centrar la atención sobre una bella fémina. Es más, para Spaski, solo existen dos: las piernas y las tetas. Y ambas son independientes y no suelen estar correlacionadas. Claro que cuando conoció a Ana su teoría se fue al traste. ¿Otro motivo más para abonar sesenta euros?

- ¡Hola Spaski! ¿Cómo te encuentras hoy?
- Excitado, como de costumbre, Ana.
- Túmbate, comenzaremos con la sesión. ¿Has vuelto a tener sueños recurrentes con tus familiares?
- Sí Ana, hoy mismo he soñado con mi prima.
- ¿Otra vez?
- Sí, ¿hay algo de malo en ello?
- Según, ¿qué tipo de sueño era?
- Pues, no sé. No sabía que existían tipos de sueños. Yo siempre sueño cosas muy parecidas, ya sabes: sexo, drogas y …
- ¿Rock & Roll?
- Oh no Ana, no me gusta el Rock & Roll, bueno, no lo suficiente como para que ocupe un lugar en mis sueños.
- ¿Crees que lo que aparece en tu subconsciente por las noches es lo que realmente te importa en esta vida?
- Nunca me lo había preguntado Ana, pero es posible. También tengo otro sueño que aparece muy a menudo, nada que ver con el sexo y las drogas. Aparezco en medio de una gran calle como pidiendo limosna. Sentado en el suelo, con un cartel que pone: “Adelante, se permite soñar” Y la gente pasa a mi lado, casi todos me ignoran. Alguno me mira, ojea el cartel y me vuelve a mirar. No saben que hacer.
- ¿Te hablan?
- Qué va, nadie me habla, Sólo me miran, algunos me lanzan monedas, pero yo no las quiero. La gente sigue andando.
- ¿Hacia donde crees que va esa gente, Spaski?
- Ni puta idea. Supongo que a lugares de mierda, para gente de mierda. Algunos irán a trabajar: ocho horas diarias a cuatro pavos la hora. Eso con suerte. Otros quieren llegar cuanto antes a sus casas, con sus muebles del Ikea y sus pantallas extraplanas para ver el fútbol. También los hay que andan despacio, como si no quisieran encontrarse con lo que les espera.
- ¿Y qué crees que significa todo esto Spaski?
- Pues no lo se, esperaba que me lo dijeras tú. Creo que por sesenta euros podrías al menos esgrimir una explicación a toda esta mierda, o, al menos, enseñarme una teta.
- Veo que no eres capaz de reprimir tus impulsos sexuales Spaski. Tienes demasiadas expresiones libidinosas para con tu exterior. Debemos trabajar sobre ese asunto. Pero lo dejaremos para la próxima sesión. Esta ya ha acabado.
- ¿Ya llevamos una hora? Está bien, toma tu dinero.

Spaski vuelvió a tomar el autobús con una ligera elevación de su miembro viril. Todos los hombres saben que es complicado andar disimulando una erección, pero esta vez el trabajo se le agilizó cuando se topó con otra gorda en su viaje de vuelta. ¿Por qué siempre hay rollizas mujeres en los autobuses urbanos?

Llegó a su casa y abrió de golpe dos latas de cerveza. Eran las 21.39. Una la vertió rápidamente sobre un alargado vaso. Mientras esperaba a que se asentara y que la espuma se tranquilizara, bebió a morro la otra.

Abrió un libro de Howard Phillips Lovecraft, enciendió su minicadena y contundentes bombos empezaron a tronar la habitación.

- ¡Qué te jodan cachas!

lunes, 2 de mayo de 2011

Soledad

Spaski blande su cuerpo de la cama. Está azorado y confuso. No durmió del todo bien anoche – vete a saber por qué - y ahora arrastra las secuelas del ambiguo insomnio.

Llega a la cocina y abre la puerta de la nevera. Ojea entre legañas su interior, percatándose del vacío que la ocupa. La cierra.

Se desplaza nuevamente hasta su habitación. Se postra sobre una cama a medio hacer. Cierra los ojos intentando conciliar algo de sueño. Ardua tarea para una mañana tan aciaga. Vomita encima de las sábanas. Huele a miedo y soledad.

Transita entre los rincones de su hogar para hacer languidecer sus huesos en la alcoba contigua. Enciende el televisor. Hay un mago haciendo desaparecer un conejo de su chistera. Es un hermoso espectáculo. Spaski lo contempla embelesado.

Así es la vida, sin saber por qué hacemos desaparecer conejos blancos de nuestras chisteras.

jueves, 14 de abril de 2011

En el andén

"Si hay algo que me fascina de la evolución humana es el ingenio que posee el homo para crear artilugios que nos transportan de un lugar a otro.
Si hay algo que repudio en la historia mundial es la capacidad que poseen las elites político-económicas para enmascarar la realidad"

Spaski


El tren ha sido uno de los inventos que parece ser más han ayudado al ser humano en su desarrollo económico. Según Wikipedia, lo creó un tal Stephenson en plena Revolución Industrial (nunca entiendo porque ciertos períodos históricos deben ir con mayúsculas). Creo que esta vez la Wiki no miente, porque recuerdo vagamente ese nombre y esa época de mis años colegiales. Stephenson bien podría ser un jugador de fútbol sueco, pero la revolución industrial (así mejor) la estudié sin duda.

Ojeando la Wiki extraigo algunas conclusiones:


1. El tren ha posibilitado el intercambio de productos por todo el mundo – una de las máximas del capitalismo- .

2. Ha hecho posible que estemos más interconectados que nunca antes en la historia y que podamos llegar en menos tiempo y con más comodidad a lugares lejanos.

3. Por tanto, el puto tren es el aliado perfecto del capitalismo. Engrana perfectamente con sus asunciones y planteamientos, es la herramienta exacta para el ideario de una economía global a nivel mundial.

Y es cierto los trenes puede que sean cojonudos, pero los andenes no.

Yo voy a hablar de los andenes. Primero porque me sale de los cojones, segundo porque quiero y tercero porque me da la gana. Además de estos tres impolutos argumentos, hablaré de los andenes porque creo que es el lugar donde se produce una perfecta simbiosis entre mis dos grandes pasiones históricas; citadas al principio de este pseudoetílicoensayo y que para el lector menos acostumbrado a lidiar con pensamientos de tanta calidad volveré a recordar: los inventos para acortar distancias y el discurso falso e interesado del lobby.

Los andenes son lugares trágicamente humanos. Simbolizan el tránsito efímero y fugaz que tenemos en este mundo. Son una metáfora sincera del intercambio capitalista, del ir y venir, del fluir constante que nos convierte en algo prescindible, sin alma. Los andenes son el reflejo fiel de la existencia del ser humano: solitarios, aburridos, esperando a no se sabe qué, para ir a no se sabe dónde, para hacer no sabe el qué.

En los andenes la gente está inmóvil, catatónica, a lo más, sentada en un incómodo banquito metálico (condenadamente frío en invierno, molestamente ardiente en verano) mirando al horizonte, oteando la delgada línea que separa el fin del mundo del inicio de los sueños; esperando que llegue el tren. Los allí presentes no se hablan, no se miran. Algunos leen. Otros escuchan música en minúsculos reproductores fabricados en países donde no existen los trenes ni los andenes. Pero todos, absolutamente todos, ignoran su alrededor, lo que sucede en su aureola vital; nadie quiere cruzar su alma desprovista de sueños con otra. Seguramente porque pensamos que el vacío no puede traer nada útil, nada aplicable, nada físico, nada que sume a nuestra leve existencia.

El andén es una suerte de camposanto moderno. Ahí residen los restos del individuo postmoderno. Es el cementerio del siglo XXI.

Los grandes genios modernos hablaron del tren, pero no de los andenes. Veamos:


- Kant bebió del primer pensamiento capitalista para proponer que los individuos debían tratarse como fines y nunca como medios y a eso lo llamó dignidad. Está claro que fracasó.

- Marx encontró en las contradicciones la raíz de la vida, subrayó con acierto que la propiedad privada provocaba la alienación del individuo pero también naufragó en su corolario final: la humanidad nunca alcanzará un estado de perfección.

- Freud trajo el inconsciente a un primer plano y, con frecuentes consumos de cocaína, señaló que vivimos reprimidos por nuestro propio entorno social. Mentira: existen locos, idealistas, niños, borrachos, delincuentes, violadores, políticos corruptos, gente que folla en público y hasta existe gente que cree en Dios y mata en su nombre (este último grupo abarca a seres despreciables que destrozaron la vida de muchas personas haciendo saltar por los aires trenes [desde luego la elección de este medio de transporte no fue azarosa] un 11 de Marzo en Madrid)

- Los fascismos, los socialismos extremos, los nacionalismos, los anarquismos, el feminismo y el masculinismo (¿existe esto?), los republicanismos, los budismos, y todos los –ismos que existen, existieron y existirán han provocado guías socioéticas para vivir a los individuos, que las abrazaban con sumo interés al principio de sus vidas pero, que según iban creciendo observaban – con creciente frustración y cabreo- como sus líderes se enriquecían a costa de esas ideas, lo que ha provocado que el individuo del siglo XXI deteste a la clase política.

- La economía es la gran ciencia del mundo actual. Pero nadie con interés por vivir una vida decente entiende los términos de inflación, regresión, tipos de interés, acreedor, beneficio con acción por dilución, flujos circulares de renta, hobling… La economía moderna es una secta creada por los ricos para seguir beneficiándose a costa de los pobres y encima poder decirles:

¡Os lo explicamos pero sois tan tontos que no lo entendéis!

¿Y qué hacemos todos mientras? Esperar en el andén, a que venga el tren.

lunes, 28 de marzo de 2011

I have a dream

- ¡Joder Spassky! ¡Otro sueño!

- ¿Y tú quién eres?

- ¿No me reconoces? ¡Soy Jesús, el Mesías!

- ¡Ah coño! El hijo de Abraham

- ¡Calla blasfemo! No digas eso muy alto, no sabemos quien puede parar por tus sueños

- Son mis sueños, así que seguramente sólo vaguen por aquí seres indecentes. A propósito, ya que te tengo delante, me gustaría hacerte una pregunta, judío.

- Soy todo oídos Spasski.

- ¿Dónde se hallaba usted cuando sucedió la tragedia de Auchswitz?


[Irrumpe en el sueño un ser bajito y con bigote, gritando]


- ¡¡¡¡Auchswitz!!! La solución final. La eliminación de todo ser degenerado e indecente que ralentizaba y estorbaba la evolución natural del superhombre ario. Qué recuerdos, mi querido Spaski.

- Sí, me estremezco sólo de escucharle, Adolfo. ¿Qué cojones haces tú en mis paseos oníricos?

- ¡Vengo a traerte un ideal Spaski!


[Irrumpe ahora otro bigotudo y calvo señor, vestido con casaca militar y bebiendo vodka]


- ¡Ideales! ¡Siempre se necesita un ideal!

- Pero si esto es un sueño, Vladimir Ilich ¡Quién coño quiere ideales en un sueño!

- ¡Tú estás desorientado hasta cuando duermes Spasski! Por cierto, me gusta tu nombre, muy soviético.


[Habla Spaski dirigiéndose a los tres intrusos]


- Muy bien señores, pero yo no quiero sus ideales. En realidad ni los suyos ni ninguno. En los últimos tiempos la fe ciega en ideas o religiones ha llevado a la destrucción, a la violencia, al asesinato en masa, al exterminio étnico, a guerras tribales… ¿sigo? No es la falta de ideales lo que causa problemas, sino su sobreabundancia. Yo soy más feliz sin aspirar a nada.


[Surge de la nada un viejo con aspecto de vagabundo y que le quita de un manotazo la botella de vodka a Vladimir]


- Es lo más sensato que he oído en sueños. ¿Cómo te llamas joven?

- Me llamo Spaski, es un honor para mí que usted esté en mi sueño.

- Bueno estoy aquí porque he olido a vodka. ¿Spaski? Yo me hacía llamar Chinaski. Se parecen bastantes nuestros nombres.

- Pura coincidencia. ¿Qué hace usted en sueños?

- Lo mismo que en vida. Beber, follar y escribir, en ese orden además.

- Es una vida íntegra, desde luego.

- Tú mismo lo has dicho, todo es más fácil si no aspiras a nada.

martes, 1 de marzo de 2011

Vida de perros

Spasski apagó el televisor. Hubiera quedado bastante cool y underground (vaya dos jodidos términos) decir que lo apagó porque aquello era denigrante y rezumaba mierda por los cuatro costados. Pero había dos cosas que a Spasski le habían mantenido pegado a su viejo Thompson de 19 pulgadas:

1 – La presentadora estaba buenísima. Distaba bastante de otras pseudoperiodistas que aparecían en otros canales. Esta no poseía esa belleza artificial made in televisión. Parecía auténtica. Y sus ojos eran lascivos y excitantes. Demasiado excitantes para Spasky que ya había recurrido a la masturbación en un par de ocasiones.

2 – Por lo visto la mujer a la que estaban entrevistando estaba muy apenada porque se le había muerto su perro de no se qué enfermedad ocasionada –según ella – por unas antenas parabólicas. Exactamente la historia no era así, pero es que Spaski empezó a seguirla con más atención cuando el programa parecía haber empezado y tuvo que hacer dos pequeñas desconexiones mentales para las labores anteriormente citadas.

Dio una vuelta por su casa en busca de alguna cerveza y acto seguido volvió a encender la televisión y siguió visionando aquel espectáculo.

La mujer (a partir de ahora nos referiremos a ella como “la viuda canina”) no paraba de llorar y gimotear. No se la entendía una jodida palabra con tanto llanto y sofoco que profesaba. La presentadora (a partir de ahora “putita cachonda con estilo”) acribillaba a preguntas a la viuda canina. Spaski sentía curiosidad por el perro, del que por cierto, no había aparecido ninguna foto.

A Spaski no le gustaban demasiado los animales. Tenía un perro, pero no eran demasiado amigos. Ahora mismo, por ejemplo, ni siquiera sabía dónde estaba el can. A éste le gustaba salir a dar paseos sin avisar y tirarse a otras perras. Joder, Spaski quería reencarnarse en perro. Todo era mucho más fácil. Dormir, comer y follar. ¿Acaso se puede hacer algo más interesante en la vida? Los perros tienen mucha suerte, sin duda.

Hablando de perros, se acordó de su vecina, Lucía, que tenía un pastor alemán gigante. La verdad que Lucía era una tipa interesante. Tenía gafitas, esas gafitas que se han puesto ahora de moda, rollo ochenta, o cualquier otra década pasada y que todos los gilipollas se compran y se ponen (aunque no tengan por qué usar gafas) Spaski deseaba que se pusieran de moda los aparatos metálicos esos que se le ponen en la boca a los niños para corregir sus dientes o mejor aún, que se pongan de moda las muletas. La gente es gilipollas. Bueno Lucía, aparte de llevar gafas de últimas tendencias, y por ende ser gilipollas, también tenía unas buenas tetas y un buen culo. Estos atributos físicos la dotaban de un poder superior al que le proporcionaba su intelecto. Spaski desconocía si tenía novio. Alguna vez la había visto paseando con algún chico (el prototipo estándar de su acompañante masculino era: moreno, 1,85, grandes brazos y ropa “moderna” – vamos, otro gilipollas-) pero nunca se la veía más de dos veces con él mismo. Spaski infirió en Lucía una gran promiscuidad y seguramente un elevado gusto por el sexo. Ahí tenía mucho que ofrecer, pensó. Aunque era cierto que no cumplía algunos de los cánones exigidos a priori por Lucía. Veamos, Spaski era moreno y alto, bien. Pero, desde luego, no tenía grandes brazos, y no poseía ropa “moderna”. Esto último era un hándicap importante. No entraba en sus planes irse a comprar ropa de esa clase y apuntarse al gimnasio para aumentar su volumen muscular tampoco era una opción. Spaski prefirió explotar más sus cualidades. Se puso el pijama más ajustado que tenía y se metió un par de periódicos meticulosamente arrugados en la zona genital. Se miró al espejo. Aquello no estaba mal, pero todavía era mejorable. Se lavó la cara y se peinó. Ahora sí. Si no triunfaba así no lo haría nunca. Acabó la cerveza de un trago y salió al descansillo. Él vivía en el segundo y Lucía en el piso de arriba pero subir las escaleras era fatigable y podía llevarle a sudar, por lo que decidió llamar al ascensor y que éste trabajara por él. ¡Bendito Schindler!
- ¡ Estos alemanes siempre proporcionándonos grandes inventos!

Estaba delante de la puerta. Llamó al timbre. Cinco, cuatro, tres, dos, uno… Nada.
Volvió a llamar. Tres, dos , uno… Nada de nuevo
Un último intento. Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiingggggggggggg. Ahora sí, se abrió la puerta de golpe.
- Hola vecino, ¿qué sucede?
Madre mía. Era Lucía y estaba en albornoz. Debía estar metida en la ducha o algo parecido. El periódico se empezó a mover ligeramente. Por cierto no había preparado nada. ¿Qué le iba a contar ahora a esta guarra?
- Buenas Lucía, soy Spaski como ya sabrás, tu agradable y entrañable vecino de abajo. Siento si te he molestado o pillado en mal momento, pero necesitaba urgentemente de ayuda vecinal. Mira, me encuentro en una situación delicada. Estoy con 40 grados de fiebre y sufro vómitos y mareos frecuentemente. No dispongo de ningún tipo de medicamentos y no sé como poder ir al hospital, aunque tampoco me encuentro con ganas de desplazarme hasta allí. ¿Tú me podrías ayudar?
Para no tener nada preparado, no estaba mal la verdad.
- Eh bueno Spaski, ¿no habrás estado bebiendo demasiado últimamente?
Joder, putos vecinos, también Lucía sabía de su afición por la bebida. No veía que había de malo en beber todos los días algo de alcohol. La gente tiene en muy mala estima al alcohol.
- Ya sabes como es la gente Lucía… Tampoco bebo demasiado. Además me encuentro mal de verdad.
- Bueno pasa, miraré a ver si tengo algo para darte y te acerco al hospital ¿ok?
- Perfecto Lucía, eres una gran mujer. Que Dios te acoja en su seno

Spaski tomó asiento en la salita de estar. En un confortable sillón de pana marrón. La casa no estaba mal. Era decorada con gilipolleces varias. Eso sí no había un puto libro en toda la casa. Puta Lucía pensó, con esas tetas y ese culo. El papel del periódico se había deslizado ya casi del todo. En esas irrumpió un perro ladrando en la sala.
GUAU GUAU

- Ah, mira Spaski, pensé que venías por él. Es tu perro, no sé qué le pasa pero cada dos por tres se mete en mi habitación. Bueno se mete hasta mi cama mejor dicho y … bueno me da un poco de vergüenza decirlo, pero me empieza a lamer.
- ¿Mi perro? Joder y yo buscándolo todo el día… Es un perro muy travieso.
- Sí, bueno a mi no me molesta, me gustan los animales mucho, sobre todos los perros y más si estoy sola en mi cama. Me gusta que se metan conmigo y me laman.
- Tú lo que necesitas Lucía es un hombre que te abrace por las noches.
- Prefiero perros que me laman. Bueno que te estoy contando demasiadas cosas, aquí tienes tu medicina. Ahora toma mi bonobús y vete al hospital. ¿Me puede quedar con tu perro esta noche?

Malditos animales. Al menos estará bien acompañado pensó. Bajó a su piso y abrió otra lata de cerveza. En la tele ya no estaba la viuda canina llorando ni la putita cachonda. Ahora había una corrida de toros. Apagó la tele y abrió otra cerveza. Mientras la bebía en silencio de arriba provenían sonidos:

- ¡Síííííííííííííí!
- ¡GUA, GUAU!

domingo, 30 de enero de 2011

Joni el filósofo

Spaski estaba recostado en su sillón barato del Ikea, con una Franziskaner en la mano y haciendo un incombustible zapping. Llevaba poco más de cuatro minutos así y ya se encontraba agotadamente aburrido. Spaski detestaba el aburrimiento. Incluso tenía su propia teoría acerca del aburrimiento. Para Spaski el grado de inteligencia de una persona se podía medir por los momentos de apatía que tenía a lo largo de su vida. A más minutos de desgana y hastío, más gilipollas era una persona. Spaski, siempre fiel a sus ideas, intentaba no experimentar ese estado demasiado a menudo.

Decidió calzarse la parka negra de Kiabi y salir a dar un paseo. Los paseos pueden combatir el aburrimiento si tienes alguien con quien pasear o algo en que preocuparte. Spaski no tenía el menor atisbo de compañía desde que murió su perro y no entraba en sus planes el preocuparse por algo.
Pasó por el chino de la esquina, una tienda digna de mención. Veinticuatro horas abiertas durante sietes días a la semana. En Internet, el espejo de la sociedad actual, lo traducen como 24/7. Spaski también tenía una teoría acerca del lenguaje cibernético. En realidad Spaski tenía muchas teorías sobre muchas cosas que no merecían teorías. Esta en concreto, le parecía algo así como un icono universal de la explotación humana.
24/7 pensaba Spaski, vaya gilipollez. Al menos tenía algo bueno ese horario laboral: era bastante complicado tener tiempo para aburrirse. Por eso los chinos son tal delgados pensó Spaski, porque no se aburren, aunque meditándolo mejor no encontraba la correlación entre el peso corporal y el nivel de inquietud intelectual. Debía mejorar esas hipótesis.

- Buenas Juan Luis – Spaski siempre le llamaba Juan Luis, cuando realmente se llamaba Xian Lu, pero era un intento de protocolizar las relaciones
- Hola, hola, hola, Dimitri
- ¿Dimitri?, Me llamo Spaski, Juan Luis
- Y yo llamal Xian Lu, no Luan Uis
- Vale, dame una litrona. Bueno, dame mejor dos.
- Aquí tiene señol
- Gracias, mañana te pago. Para que no te enfades Juan Luis, un chiste: ¿cómo se dice divorcio en chino?
- Me lo cuental todol los díal Dimitri
- Chao chochín – y Spaski echó a reir irremediablemente, como hacía siempre que contaba ese chiste

Prosiguió, con litrona en cada mano, hacia el parque del barrio, otrora sitio de reunión para yonquis, transeúntes, vagabundos y demás gente de bien. Últimamente no se veía por esos parajes a tan dignos personajes, sino que ahora había una caótica amalgama de niñatos, camellos de poca monta y abuelos paseando a sus nietos. Eso y Joni por supuesto.

Joni siempre estaba allí, tumbado en el banco de siempre, viendo pasar el tiempo. Se podría decir, sin miedo a equivocarnos, que Joni vivía en aquel parque.

- Hola Joni, ¿cómo vas?
- Sobrevivo, tío. Sobrevivo.
- Joder, pues yo te veo cada vez más muerto.
- No te falta razón Spaski, hoy estoy más cerca de la muerte que ayer. Tú también por cierto estás más cerca de la muerte.
- Una mierda Joni, yo estoy más lejos de la muerte hoy de lo que lo estaré mañana.
- Eso es cierto también, suponiendo que no te mueras esta misma noche.
- Puto Joni siempre encuentras argumentos auténticos para refutar mis ideas.
- Es que tus ideas son burdas y casi siempre están mal planteadas.
- Ba, cambiemos de tema, ¿qué te cuentas?
- Poca cosa, mi vida no es interesante ya lo sabes.
- ¿La vida de quién es interesante? No conozco a nadie que tenga una vida realmente digna de mención.
- Cierto Spaski, ahora has tenido una idea perspicaz. La comparto pero, ¿en qué te basas para hacer tal afirmación?
- Hoy día vivimos en un mundo global.
- ¿La aldea global, no?
- Exacto Joni, la jodida aldea global. Nuestro mundo es un flujo enorme donde vive gente muy diversa que maneja múltiples identidades dependiendo del lugar y del contexto.
- Pero eso no tiene nada que ver con la aldea global Spaski. Es una asunción muy posmoderna del tiempo en el que vivimos.
- Del tiempo que nos ha tocado vivir diría yo. Hay diferencias importantes entre lo que vives y lo que te toca vivir.
- ¿Y eso no es muy determinista?
- Nacemos determinados Joni.
- ¿Así lo crees? Tú mismo has dicho antes que manejamos múltiples identidades. Eso no parece que sea demasiado determinista.
- Se han roto los canónes, las categorías, las clasificaciones y las fronteras. Ahora todo vale, y a ese estado caótico mundial, que rige desde las relaciones sociales hasta la información, algunos iluminados lo han llamado posmodernismo. A mí me parece una falacia más, inventada desde arriba, para hacernos creer que los que no tememos ni pizca de poder podemos controlar algo de lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿Es o no es determinista?
- Es una cabronada, pero no sé si una cabronada determinista. En cualquier caso, ¿qué sugieres que hagamos?
- ¿Ahora? Bebernos estas dos litronas.

domingo, 9 de enero de 2011

David y Goliat

David giró el pasillo y volvió a su cuarto. No sabía por qué salía de allí tan a menudo. Mierda, sí lo sabía. No le gustaba esa sensación de parecer un joven más de esa televisiva generación ni-ni. No le reconfortaba tener que pasar horas delante de su ordenador. Pero odiaba tener que salir de su habitáculo hogareño para encontrarse a sus padres regañando.

Aquello era insostenible. David tenía, tiene, 23 años, una carrera acabada y un trabajo precario. Ni siquiera llega al sueldo mínimo, considerado decente, para embarcarse en la aventura de la independencia. La independencia del hogar. Porque eso es lo que realmente quiere David, irse de casa. Pero la situación socioeconómica del país no invita a grandes proyectos a medio-corto plazo. Y la opción es dar la razón al sistema capitalista y entregarse en cuerpo, y quizá también en alma, a algún desalmado por un sueldo que permita volar de su cuarto.

Al menos allí lee. Leyó el otro día a Paul Auster y se sintió identificado con sus personajes solitarios y oscuros. Allí también estudia. Allí escribe y publica sus basuras literarias en blogs que nadie lee. Cojones, allí es donde sueña. Allí es donde vive.

En su cuarto no se siente ahogado por una sociedad que no reconoce como propia. En la intimidad de su habitación no se flagela el espíritu preguntándose qué hace un chico con su inteligencia y su talento, allí, en una habitación como aquella.

David está en su habitación, pero está mucho más lejos y vivo cuando está allí dentro. Aunque los gritos de fuera le recuerdan siempre la realidad.

David debes salir de ahí.