sábado, 14 de enero de 2012

¿Yo o Spaski?

Spaski camina pesadamente con pensamientos espurios rondándole por la cabeza. Se cubre el rostro con una bufanda de lana Forzieri, un gorro Boulder Stetson y unas gafas de sol graduadas Ray–Ban Wayfarer. Son las ocho de la mañana y hoy al sol le cuesta brotar más que de costumbre entre las nubes. Se puede morder el frío. Lógico, estamos en invierno y es Enero ¿qué cojones esperas Spaski?
Saca el dinero preciso - 1,20 € - de su cartera de piel Mont-Blanc para comprar el billete de tren que le lleve a otro lugar. Cuelga de su hombro derecho un bolso masculino de Bottega Veneta prácticamente vacío de no ser por un libro (“Demián”, Hermann Hesse) y un bloc de notas (sin marca, 2 euros) pero lo usará para ocupar su asiento contiguo. Spaski sólo quiere que le dejen tranquilo. Mientras, se le acerca un indigente reclamando una dádiva.


[…cómo me gustaría ser Patrick Bateman en estos momentos. Es curioso como ciertos personajes se comen a sus autores, sobre todo después de Pirandello. Don Quijote, Hamlet, Frankestein, Emma Bovary… El cine también ha ayudado lo suyo – que se lo digan a Sherlock Holmes – Para mí es mejor “Suites Imperiales” que “American Psycho” pero el personaje manda. Deberíamos hacer más caso al arte. Yo últimamente pienso muchísimo en el arte. En el arte y en la muerte, no sé por qué. Pero creo que el arte puede darnos mejores respuestas que otras gnoseologías. Para los mendigos, Wodizcko ya ingenió una solución, el “Homeless Vehicle”. Un aparato creado para cubrir las necesidades básicas del vagabundo estándar: dormir, lavarse, almacenar desperdicios y desplazarse. Incluso salieron un par de ejemplares por las calles de Nueva York. Pero aquello no funcionó: el vehículo dotaba a los sin techo de una visibilidad hasta entonces inexistente. Propiciaba la comunicación entre las distintas clases sociales. Ese Wodiczko es un genio…]



Spaski ignora al pordiosero, cruza el torno giratorio de la estación y se sienta a esperar en un coqueto banco del andén mientras posa su afligida mirada sobre las vías. Mientras, en su psique, continúan las especulaciones.

[…“somos el tiempo que nos queda”, vaya estupidez de frase que se ha marcado Jorge Bucay hace un rato en Radio Nacional. Y una mierda somos el tiempo que nos queda. Somos sujetos históricos, con un pasado, un presente y un proyecto de futuro. Y, de momento, es imposible saber el tiempo que nos queda, con lo cual sería imposible conocernos. Además esa frase es de José Manuel Caballero Bonald, que por cierto, ha informado recientemente de que va a dejar de escribir poemas. Pues bien por él. No tendrá ya necesidad. El verdadero escritor lo hace por necesidad, no hay otra razón. Ahí radica la fuerza de los grandes escritores. Si no estás muerto. Hostias, la muerte otra vez. Últimamente pienso demasiado en la muerte y eso que los vivos somos incapaces de pensar realmente en la muerte. Por eso me encanta la obra de Damian Hirst…]



Llega el tren y Spaski sube. Le quedan por delante diez paradas, alrededor de veinte minutos, para llegar a su destino. Abre el libro que lleva consigo pero no consigue concentrar su atención en los párrafos. Su cabeza sigue hirviendo.


[…arte. Autores. Muerte. Roland Barthes anunció la muerte del autor en el arte, pero pocos le hicieron caso. Se cargó a Sarrasine - ¿o era Balzac el que hablaba? - de un plumazo. La escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. En la escritura van a parar nuestros sujetos, es el lenguaje y no el escritor el que habla en un texto. Por eso los escritores crean personajes literarios y, paradójicamente, son estos últimos los que acaban devorando a sus padres. Ambos, autor y personaje, se entremezclan, se funden, se imbrica en un solo ser…]

… Y uno ya no sabe [quién es quién…] ¿Autor o [personaje?…]


Quién escribe esto, [¿Spaski] o yo?