viernes, 8 de julio de 2011

Inútil poema prosaico metafísico

Miro a mi alrededor y me pesa el mundo.

Son noventa años aquí y uno se empieza a preguntar cosas.

Tal vez demasiado tarde pero cuando la muerte acecha aparecen las prisas, las dudas, las incertidumbres se extienden y las preguntas se amontonan buscando respuestas no siempre alcanzables.

Son los propios sentimientos los que están en juego y si esa es la misiva supongo entonces que todo tiempo empeñado es poco.


Interrogo a mi alma buscando un resquicio de serenidad…

Me cuestiono sobre mi raza, mis semejantes.

El ser humano es un animal excepcional.

Hemos creado un hábitat por momentos delicioso y admirable, en ocasiones diabólico y enfermizo, pero siempre, siempre fastuoso. Hemos pisado la Luna, hemos creído en Dios, hemos erradicado enfermedades letales y seguimos derramando sangre sin piedad en luchas inútiles contra nuestros hermanos.

Somos capaces de amar y odiar con la misma intensidad, somos capaces de querer y destruir lo querido.

Somos hombres al fin y al cabo.

Somos hombres.

Una especie de animal más, con intelecto, de variable calidad según el espécimen, pero animales. Sí, animales. Nacemos, crecemos, nos reproducimos, vivimos sin darnos cuenta y morimos. Sencillo. Un camino trivial.

No somos capaces de aprehender la esencia de la vida.

Soledad es lo que nos rodea, lo que nos guía, lo que nos desquicia. Por eso amamos, por eso nos drogamos, por eso matamos… porque nos asusta estar solos y detestamos la felicidad que emana de nuestros semejantes emparejados.

El ser humano es un fluir constante de energía, de potencia, de creatividad, de ilusión…

Hacia dónde se dirijan todas estas fuerzas no es cuestión nuestra.

Vivimos anquilosados, esquizofrénicamente atados a esta cultura sucia y desarraigada que nos contamina el alma y el espíritu.

Dudamos de la ciencia y tememos de Dios, abrazamos al diablo y chupamos de la droga más pura.

Trabajamos, trabajamos mucho, alienados en una espiral interminable de sentimientos contradictorios: dinero, desilusión, poder, deshonra, respeto, recelo, dignidad… Y en esa lucha constante nos mantenemos.

Remamos fuerte por seguir a flote en el mar de las dudas que acompañan nuestra fútil existencia.

Admiramos el arte y nos extasiamos, porque el arte es algo superior, algo que exhibe las bondades humanas y al conectar con ello nos sentimos realmente libres.

El ser humano es un animal excepcional.

Ha creado signos para comunicarse y crear belleza, ha esculpido obras inmensas y majestuosas para hacernos insignificantes, ha retratado lo que existe, lo que no y lo que está por venir. Nuestra mente va por delante y esa es nuestra condena también.

No somos libres para actuar, pero ¿quién controla nuestras mentes?

La libertad está ahí para el que quiera, para el que se pregunta, para el que – como yo, después de noventa años – sigue dudando de todo.

¿Contra qué habéis luchado vosotros? ¿Cuál ha sido vuestro leitmotiv vital?

Yo he vivido muchas situaciones; dolorosas algunas, bellas otras; humanas todas.

Han sido tiempos difíciles, sin duda, pero he observado y participado de cambios importantísimos en lo que nos rodea.

Me he perdido tantas veces en este devenir constante que los errores han formado parte crucial de mi camino.

Ahora estoy llegando a la meta y vuelvo la vista atrás.

Me emociono, porque no es fácil llegar hasta aquí y porque el paseo ha sido duro, arduo y espinoso, pero en cada tramo, en cada paso, en cada instante que recorría estaba ella.


No me ha hecho falta más para vencer la desesperanza y para llegar sano y salvo hasta el final.





5 comentarios:

  1. Y al final, tomamos conciencia de que nos perderemos en la nada...
    Me encantó leerte, y comprenderte.

    Salu2

    ResponderEliminar
  2. Tal vez, sólo tal vez, echar la vista atrás o pergeñar el futuro, siempre figurado, no nos permite detenernos en el ahora. Sin prisas, sin amplias expectativas; sólo deteniéndonos para ser parte de él, para degustarlo y modificarlo en función de nuestra única forma de sentirlo.
    Tal vez,sólo tal vez, y aunque tengamos noventa años, el presente, tan fugaz como real, sea lo único que poseamos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar