lunes, 22 de noviembre de 2010

Mierda

Se levantó pútrido y casi defenestrado hacia el cuarto de baño. Sito éste otrora de grandes noches etílicas y juergas onanistas desquiciantes. Mirosé al espejo, observando primero su cada vez, más abultado abdomen y propinó un enorme alarido en forma de eructo.
Notó algo irrumpiendo con alevosía en su maltrecho cuerpo interior y acudió raudo al retrete amarillento, color éste producto del paso de los años y de la escasa higiene que profesaba.
Recordó con estupor que la cena de la noche anterior había sido exigua pero mexicanamente intensa. Y aquellos pensamientos afloraron a la par que su tracto intestinal se dilataba majestuosamente, provocando hedores de muy diversa índole.
Estiró el brazo hasta el canastillo repleto de revistas pornográficas, que alternaban con alguna que otra de temática automovilística y, tras una nimia reflexión, decidióse por la de estilo erótico.
Fue ojeando el documento minuciosamente, mientras notaba una leve erección que, al estar sentando en el retrete, hacía que su voluptuoso miembro chocara con la tapadera del mismo. Al llegar a la cuarta página, y tras haber realizado tres expulsiones anales, topose nuestro personaje con una eminencia belleza en aquella impúdica revista.
La observó detalladamente desde la cabeza a los pies. Mostraba una perfecta simetría corporal solo interrumpida en su gigantesco pecho, que irrumpía de un modo directo y devastador, tanto para la vista como para la irradiación sanguínea que llegaba hasta el pene.
Se quedó mirando fijamente la cara de aquella divinidad dionisiaca y su psique empezó a turbarse creando extrañas redes de paralelismos y parecidos con otros sujetos almacenados anteriormente en su etílica memoria, para su posterior recuperación, disección y placentera masturbación.
Esta en concreto debía ser prima de una muy famosa que aparecía con enorme pesadez día tras día en los informativos televisados.
Mientras continuaba con su ritual defecatorio, notosé nuestro personaje que la erección era ya incotrolable y de dimensiones grotescas. Decidió dejar caer su cuerpo hacia atrás, mientras permanecía sentado en aquel inodoro, y emergió entonces, liberándose de la presión que le sometía la letrina, su majestuoso miembro viril. Procedió entonces a realizar maniobras masturbatorias, dándose cuenta de lo difícil de dicha labor si se realiza en coordinación con la expulsión excremental.
Sin embargo los esfínteres relajados proseguían implacables su eliminación de residuos alimenticios y nuestro intrépido personaje agitaba con una deliciosa violencia su mano izquierda sobre su henchido falo.
Siguióse la escena durante dos minutos, momento en el cual, nuestro cercano personaje, visualizó en su perturbada psique a aquella política famosa en su propio retrete, apoyada sobre la pared, con la falda por los tobillos y un tanga rojo a la altura de las rodillas, con zapatos de tacón e invitando a ser penetrada por su orificio anal. Justo en ese preciso instante, su ano exhaló con inusitado ímpetu un voluptuoso engendro de desechos alimenticios. En aquella extraña coordinación, entre la apocalíptica salida de la mierda y su vigoréxica eyaculación había una conexión placentera. Una conexión más allá de los designios freudianos. Un puente entre la política y la sexualidad, entre lo reaccionario y lo salvaje, entre lo erótico y lo real.
- ¡ Mierda! – gritó

1 comentario:

  1. Una espléndida mezcla de humor escatológico, humillación sexual y marginación hedionda. Yo también te sigo.

    Saludos,

    VD

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